Con motivo del total
desencuentro, ya absolutamente confirmado, entre un grupo de matadores y la
empresa Pagés (arrendataria de la plaza de Sevilla) han sido muchos los
comentarios que señalan a la afición de dicha plaza, como la gran e
injustamente perjudicada en este asunto.
Sería interesante que nos preguntáramos, con toda honradez,
¿Es la afición completamente inocente? ¿No tiene culpa de nada?.
La afición de Sevilla (de cuya extensión y calidad habría
mucho que hablar) y el público en general, han permitido a la empresa Pagés
todo tipo de tropelías y le han tolerado toda clase de desmanes. A los Pagés y
de rebote a los propietarios de la plaza, detrás consintiéndolo todo.
La afición muda (callada como una puta, que diría el
castizo) tanto en la plaza como en los medios. Los propios medios, en su
mayoría aquiescentes cogedores de pases de favor. El público en las taquillas
comprándolo todo a precios desorbitados. Con las excepciones de siempre ¿Cuándo
han sentido los Pagés la reproche de la afición hacia sus actuaciones? ¿Quiénes
los han censurado públicamente? ¿Cuándo han escuchado una pitada en la plaza?
¿Cuándo se han visto con el papel sin vender?.
Esa afición silenciosa en los medios y en la plaza; y
entregada y rendida en la taquilla, tiene bastante culpa de que la plaza de
Sevilla, gracias a sus gestores y propietarios, haya llegado a esta situación
lamentable. Solo tenía la afición dos armas: la reprobación pública (en el coso,
en los medios y en la calle) y la deserción en taquilla. Y ninguna ha
utilizado.
Hay quien dice que cada pueblo tiene los gobernantes que se
merece. Quizá también las aficiones tienen los empresarios que se merecen. Y esta
los merece en justo castigo a su pasividad, a su dejación, a su abulia, a su
desidia, a su apatía…a su falta de verdadera afición.
La afición de Sevilla: virgen en la repulsa y mártir en la
taquilla. ¡Y así le va!.
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